viernes, 29 de noviembre de 2013

Educar en valores tarea de todos



“Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive, es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no puede salir a flote, es preparar al hombre para la vida”.
Al referirme a esta frase del apóstol cubano José Martí, cabe remitirse a una problemática aun no resuelta totalmente y que continúa siendo un reto más para la familia, la escuela y la comunidad. Me refiero a la educación en valores de las nuevas generaciones.

La apropiación de valores forma parte de un proceso ideológico que se lleva a cabo en  correspondencia  con las exigencias de la sociedad y en el que mucho tiene que ver el funcionamiento de la familia, pues ella es considerada como la fuerza más poderosa en la educación y formación de la personalidad, por lo que su ejemplo personal es de vital importancia. Si éste es adecuado será sin duda una garantía en la formación moral y social de niños, adolescentes y jóvenes.

Muchas veces los hijos llegan a la etapa de la juventud, sin hábitos de educación formal y sin participación alguna en las tareas hogareñas, al punto de convertirse en personas inútiles y de vocabulario inculto, aun cuando están en plenitud de facultades físicas y mentales.

La familia de acuerdo con la edad del menor debe establecer deberes permanentes que constituyan responsabilidad compartida, darle participación en la toma de decisiones, y orientar tareas que propicien la formación en los jóvenes de hábitos correctos,  de sentimientos, cualidades, convicciones y actitudes para su posterior desenvolvimiento ante el mundo que lo rodea.

En ello la comunidad también juega un papel fundamental y se puede apreciar cuando desde edades tempranas  le damos participación en actividades como la recogida de materias primas, en jornadas de limpieza y embellecimiento en el barrio,  así como en la preparación de áreas de su escuela, para realizar reuniones de cederistas, federadas, rendiciones de cuentas y colegios electorales, a pesar de no tener edad para formar parte de dichas organizaciones de masas.

Y qué decir entonces de la escuela en torno a la educación en valores cuando en ella pasamos la mayor parte de nuestra vida, en ella se ofrecen múltiples posibilidades con el docente como máximo responsable, no solo de trasmitir información, conocimientos y experiencias sino de preparar a cada ciudadano de manera integral y dotarlos de las mejores herramientas para interactuar con el momento histórico que les tocó vivir.

El maestro debe realizar labor educativa  en todo momento, a partir de la caracterización de cada estudiante y grupo con el cual trabaja  teniendo en cuenta las diferentes áreas, la intelectual, afectiva motivacional y la volitiva conductual,  debe trazar acciones concretas docentes y extradocentes, en concursos, en encuentros deportivos y recreativos.

La creación de los centros mixtos dentro de la comunidad ofrece muchas ventajas para el desarrollo eficiente de esta labor, ya que permite el accionar directo de los diferentes agentes sociales y factores de la comunidad en la educación de los estudiantes, a partir de las  potencialidades existentes en  cada territorio.

Lograr una correcta educación en valores  a mi juicio es posible, si se trabaja de manera integrada y cohesionada  en el medio familiar, escolar y social, con el  apoyo de uno u otro agente social según sea el caso, en busca de una personalidad integral en niños adolescentes y jóvenes que puedan defender nuestras raíces.

Así lo demostraron próceres  como Rafael María de Mendive,  José Martí, Enrique José Varona, Félix Varela y muchos otros, que fueron capaces de educar a más de una generación,  en el patriotismo, en la justicia social, la libertad y la intransigencia ante lo mal hecho.




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