La propagación de conductas inadecuadas y
el irrespeto a las normas de convivencias es algo que deteriora
constantemente el bienestar de la sociedad en la actualidad, justo
cuando tratamos de incentivar en nuestros jóvenes valores de honradez,
decencia, vergüenza, decoro y la sensibilidad ante los problemas de los
demás.
De tal situación fue previsor el Presidente cubano Raúl Castro, en su discurso de clausura ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 7 de julio de 2013 cuando expresó «Se ha afectado la percepción respecto al deber ciudadano ante lo mal hecho y se tolera como algo natural botar desechos en la vía (…) ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos inapropiados (…) el irrespeto al derecho de los vecinos no se enfrenta, florece la música alta que perjudica el descanso de las personas…».
Mucho se habla sobre el tema y creo necesario seguir evaluando el problema ya convertido en algo contagioso. Es cierto que el pueblo necesita opciones de diversión, pero no hay que exagerar, hoy la música está en todas partes a cualquier hora y cualquier volumen, en centros laborales, en la calle, en la guagua, en kioscos de cuentapropistas y en el menor de los casos uno al lado de otro con música diferente.
A veces luego de una agotadora jornada laboral, al llegar a casa en busca de descanso, tranquilidad o silencio nos encontramos similar situación, en la misma escalera o zona, por ejemplo, varios equipos a alto volumen que no logramos identificar cual tema se escucha. A lo que se suma el vendedor ambulante que pregona, algunos vecinos conversando de un balcón a otro y el carro que parqueó al frente trabajando en baja, que en ocasiones no deja escuchar la TV.
No es nuevo para nadie que en nuestras zonas de residencia encontramos el niño que esta en su círculo de estudio, o el anciano encamado, el niño pequeño que necesita sus horas de sueño o simplemente cualquier persona que necesita descanso y son aquejados por estas indisciplinas.
En este sentido es preciso que los mecanismos funcionen con el concurso de instituciones, de la familia, los medios de comunicación masiva, de inspectores y las autoridades locales competentes. Pero ellos no exoneran a cada cual de la responsabilidad que le corresponde en su radio de acción, luchemos por una sociedad en armonía, recordemos que en la unidad esta la fuerza y entre todos podemos lograrlo.
De tal situación fue previsor el Presidente cubano Raúl Castro, en su discurso de clausura ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 7 de julio de 2013 cuando expresó «Se ha afectado la percepción respecto al deber ciudadano ante lo mal hecho y se tolera como algo natural botar desechos en la vía (…) ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos inapropiados (…) el irrespeto al derecho de los vecinos no se enfrenta, florece la música alta que perjudica el descanso de las personas…».
Mucho se habla sobre el tema y creo necesario seguir evaluando el problema ya convertido en algo contagioso. Es cierto que el pueblo necesita opciones de diversión, pero no hay que exagerar, hoy la música está en todas partes a cualquier hora y cualquier volumen, en centros laborales, en la calle, en la guagua, en kioscos de cuentapropistas y en el menor de los casos uno al lado de otro con música diferente.
A veces luego de una agotadora jornada laboral, al llegar a casa en busca de descanso, tranquilidad o silencio nos encontramos similar situación, en la misma escalera o zona, por ejemplo, varios equipos a alto volumen que no logramos identificar cual tema se escucha. A lo que se suma el vendedor ambulante que pregona, algunos vecinos conversando de un balcón a otro y el carro que parqueó al frente trabajando en baja, que en ocasiones no deja escuchar la TV.
No es nuevo para nadie que en nuestras zonas de residencia encontramos el niño que esta en su círculo de estudio, o el anciano encamado, el niño pequeño que necesita sus horas de sueño o simplemente cualquier persona que necesita descanso y son aquejados por estas indisciplinas.
En este sentido es preciso que los mecanismos funcionen con el concurso de instituciones, de la familia, los medios de comunicación masiva, de inspectores y las autoridades locales competentes. Pero ellos no exoneran a cada cual de la responsabilidad que le corresponde en su radio de acción, luchemos por una sociedad en armonía, recordemos que en la unidad esta la fuerza y entre todos podemos lograrlo.
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